Si después de devorar chocolate y gofres a toneladas por toooooda la ciudad aún te quedan ganas de probar la cocina local, te recomiendo un fantástico lugar (no, no me refiero al Chez Leon, que me gustó más bien poco). Se trata del T Kelderke que se encuentra en plena Grand-Place y, aunque de entrada todos pensaríamos que eso es sinónimo de tener que empeñar un riñón para pagar la cuenta, en realidad los precios son de lo más normales.
El restaurante es una especie de cantina - bodega con los techos abovedados que se encuentra en el sótano de uno de los edificios de la Grand-Place, pero hay que tener mucho cuidado porque en el piso superior se encuentra un restaurante con el mismo nombre, de los mismos propietarios y ahí sí que tendríais que quedaros a lavar platos una semana al terminar la cena.
Podréis probar platos típicos de la cocina belga como las famosas Croquettes de crevettes (croquetas de camarones), los Moules (mejillones) gratinados, a la provenzal, a la cerveza... Aunque yo guardo un grato recuerdo de las ancas de rana (seguramente unas de las más ricas que he probado).
Este restaurante sólo tiene una pega, no aceptan reservas y, como los propios camareros aconsejan, o llegas a las 20:00 - 20:30 horas o
te tocará hacer cola durante mucho tiempo antes de cenar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario